[ Petits mots, Petites morts ]

Y los ídolos se rompen, se hacen trizas y se tiran por la ventana. Los ídolos grandes de la vida, los metidos en el corazón, muestran su cara de verdad, deshacen lo sublime y lo hacen común; la alegría y el gozo, son cigarros y ataúd. Los ídolos se rompen y se te estrellan en la cara. La utopía se rompe y perece en el cementerio olvidado. Los estantes quedan vacíos y los corazones rotos, rotos. Los ídolos y la tragedía te sangrán los nudillos, ahogas el llanto en boca y te mareas en un beso. Los ídolos. Esos ídolos que uno se hace, se rompen y no se pegan. Te maldicen y te golpean. Los ídolos no son reales. Las lágrimas verdaderas escurren. El tiempo pasa y te lastima mientras los ídolos aún yacen en el piso. Los ídolos rebozan, y tú: cuelgas los ojos en la ventana.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente , mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundir...