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Un monstruo como nosotros

Ayer soñaste con un monstruo. Yo, soñé que mi padre moría Y de eso ya hace un año. Mi madre lo llamó premonición, yo, una suma de remordimientos y de abrazos a larga distancia. Me pregunté todo el día  sobre la forma que tuviera tu monstruo, si era parecido a alguno de mi colección, si tenía forma humana o abstracta, si era tierno como un gato o peligroso como un tigre. También me pareció curioso que tú fueras la que tuvo la pesadilla, siendo que fui yo el del insomnio. Ese que se apaciguó en la oscuridad de la noche, cuando me arrulló tu respiración y me arropó tu abrazo tierno y cálido. Antes de despedirnos, no te pregunte más sobre el sueño; tal vez por el tiempo o tal vez por la prisa. O tal vez fue por el miedo a que cuando me lo contaras, que aquello no tuviera mi cara, no tuviera mi cuerpo y no te asustara ni te quitara el sueño. 

La Cámara Oscura

Empezó en enero, me acuerdo que lo escuché por primera vez en la escuela, y al parecer todo el país se enteró al mismo tiempo, porque la conmoción se esparció como pólvora...bueno, no, más bien como un virus, porque había algo de perverso en ello; y es que en menos de 2 días ya había expertos sobre el tema en cada casa y en cada canal de los telediarios, siendo que aún no había información oficial. Se hablaba que era un evento masivo, que era una explosión en la conciencia y un calor que hacía eco en el pecho de todos los testigos. Nadie lograba explicar qué era y de qué iba, pero con tanto ruido alrededor -y cierto miedo- no sabíamos si era una conspiración del gobierno o una campaña de publicidad. La teoría de Lalo, mi primo, era que la gente que la había logrado ver simplemente no era capaz de expresar algo así de abstracto. Él decía que era como querer definir el amor solo con números. Francisco Gutiérrez, un amigo, me contó que hubo una proyección para alrededor de 100 personas en

El Impostor

Ayer vi a un hombre que no reconocí. Era un hombre que bajo el mismo gesto familiar traía debajo un aura diferente, triste, desolada, pérdida. Él, cómo otras veces me dijo palabras de aliento, de cariño y me abrazó. Yo al verlo a los ojos, recordé mi niñez; recordé los juegos con almohadas, las desmañadas por la escuela, la canasta improvisada de basquet en el patio y los innumerables balones de fútbol ponchados. También me acordé de cuando se fue de la casa, de cuando nos mudamos por enésima vez y él no se apareció, de cuando  en los domingos de padres divorciados nos llevaba al cine y se dormía, y le regalaba a mi hermana peluches, y a mi madre vestidos y a mi billetes. Después de tantos años, jamás pensé que lo vería a la cara y  me quedaría pensando si era la misma persona que me decía que todo iba a estar bien en los tiempos de vacas flacas. Este extraño, igual de extraño que mi reacción,  es el mismo que  regresó y se disculpó, el que volvió e iluminó

El Jardín

Desperté caminando cargando una carretilla llena de piedras en un día soleado de Abril, tú ya llevabas tiempo trabajando y yo, como siempre, me tarde por ponerme bloqueador y por mi necedad de cambiarme los calcetines 3 veces al día. Tu mamá cocinaba con gusto y con dolor de su rodilla izquierda, recelando el poder cargar costales y bailar la vida misma. Tu papá me ofrecía cerveza, le acepte aún sabiendo que aún no había sudado ni una gota y que apenas se asoleaba mi cabello enmarañado de la almohada. Trabajamos todo el día arreglando el jardín que soñaste, el que te haría amar más la casa en la que vivimos, el que te haría acoger todo lo que vivimos. Esquivamos piedras y raíces duras de los inviernos pasados, las mismas que nacieron de las manos pasadas a nosotros, las que enterraron basura y las que convirtieron un perfecto campo de lirios en un perfecto desierto. Tapamos los desperfectos con telas oscuras y tierra nueva como queriendo olvidarlos, como queriendo crear una mentira,

Vacío

Todo se siente así; drenado de todo placer, drenado de todo vicio. Inerte. Estático. Explícito. La maquinaria funciona, está aceitada y bien engranada, los sentimientos entran y salen, pero se pierden en el aire, como vaho en las mañanas frías, como infancia diluida en reportes de productividad. Todo molesta, todo apesta, todo presiona, y nada es suficiente, ni tú misma, ni yo mismo, ni el amor mismo. Fuimos hechos para amar y también para vivir, pero jamás para pasar los domingos juntos, yo duermiendo en tus sueños y tú, despertando mis ilusiones. Soy el error de tu juventud, soy el chicharo bajo tu colchón, soy la rama rota en el árbol de la vida. Soy tus ojos tristes en mañanas enamoradas, eres mi reflejo insatisfecho de las lunas llenas. Soy la alarma que no se apaga, eres la perserverancia que no olvida. Somos ladrones de la alegría del otro, somos, pero tal vez, ya éramos y seguimos y seguimos, hasta dejar el alma rota, hasta desgarrarnos el o