La Cámara Oscura

Empezó en enero, me acuerdo que lo escuché por primera vez en la escuela, y al parecer todo el país se enteró al mismo tiempo, porque la conmoción se esparció como pólvora...bueno, no, más bien como un virus, porque había algo de perverso en ello; y es que en menos de 2 días ya había expertos sobre el tema en cada casa y en cada canal de los telediarios, siendo que aún no había información oficial. Se hablaba que era un evento masivo, que era una explosión en la conciencia y un calor que hacía eco en el pecho de todos los testigos. Nadie lograba explicar qué era y de qué iba, pero con tanto ruido alrededor -y cierto miedo- no sabíamos si era una conspiración del gobierno o una campaña de publicidad. La teoría de Lalo, mi primo, era que la gente que la había logrado ver simplemente no era capaz de expresar algo así de abstracto. Él decía que era como querer definir el amor solo con números. Francisco Gutiérrez, un amigo, me contó que hubo una proyección para alrededor de 100 personas en una estación del subterráneo con una copia robada. El mayor problema no fue ése, sino que tras una llamada de emergencia a la policía, encontraron a los asistentes llorando y a una pareja de novios muerta. Otros rumores, decían que el gobierno quería hacerla parte de la currícula de todas las escuelas; otros, mucho más exagerados, decían que pensaban exportarla a otros países y hacerla parte de la identidad del gobierno en turno y, eventualmente, del país. Cuando empezaron a vender los boletos por un ojo de la cara, fui el tercero en una fila de miles; esto iba a cambiar el rumbo de todo y yo iba a ser de los primeros en verlo. Y aunque comí atún, frijoles y lentejas por 3 semanas, el día de la función, me formé puntual en el Teatro de la Capital. Entramos y el aire se me fue. Me senté y me quité las preocupaciones, el hambre y hasta el reloj. Poco a poco la luz comenzó a bajar y mi corazón comenzó a correr, la pared se iluminó y yo solo...expiré.

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