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Mostrando entradas de enero, 2013

Y uno aprende.

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Después de un tiempo, Uno aprende la sutil diferencia Entre sostener una mano Y encadenar un alma. Y uno aprende Que el amor no significa acostarse, Y una compañía no significa seguridad. Y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos, Y los regalos no son promesas. Y uno empieza a aceptar sus derrotas Con la cabeza alta y los ojos abiertos. Y uno aprende a construir Todos sus caminos en el hoy, Porque el terreno de mañana Es demasiado inseguro para planes... Y los futuros tienen una forma de Caerse en la mitad. Y después de un tiempo, Uno aprende que si es demasiado, Hasta el calorcito del sol quema. Así que uno planta su propio jardín Y decora su propia alma, En lugar de esperar a que alguien Le traiga flores. Y uno aprende que Realmente puede aguantar, Que uno realmente es fuerte, Que uno realmente vale. Y uno aprende y aprende, Y con cada día uno aprende. Este precioso poema, atribuido a Borges y recitado por él, sin que aparezca

Al párrafo siguiente.

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 Después de cerrar tantos párrafos, el punto y aparte se cansa del trabajo de siempre. El punto y aparte quiere sentirse único, besar la mano de la autora y arriesgarse a morir: arriesgarse a convertirse en punto final.   El punto y aparte es testarudo, también sentimental y voluble; es masoquista y soñador, es amador eterno y admirador incansable. La autora es libre y hermosa, tierna y temblorosa. Es flor roja ardiente en la madrugada. El punto, condenado por su creadora, entierra las lágrimas de cada capítulo y carga en su centro el peso de su amor. La autora se cansa por la hora y usa suspensivos. El punto corre y se acomoda en el tintero para entregarse. Ella escribe algunas palabras finales, mas nunca cierra la oración. La mesita de noche se apaga, y el punto llora comas susurradas. Habrá que esperar para volar, aunque la intriga de la insomne noche dure 5 largos años.