Idealismo

Es curioso como al mirar fotos de ex-parejas, de vecinos, de familiares y amigos por ahí e imaginarnos que todo en su vida es mejor, que lo tienen todo y que viven la vida mucho más intensa de lo que podemos imaginar.

Cada que escucho una buena historia en un bar o en una fiesta, pienso -¿Por qué yo no fui? ¿Qué hice ese fin de semana? ¿Tan amargado estoy?-. Porque yo quisiera poder vivir mi vida con la intensidad de mil trenes, pero en cambio, estoy aquí encerrado paranoico ante el mínimo resquicio de locura que me encuentre en mi manera de percibir el mundo.

A lo mejor, es mi inseguridad.
A lo mejor, mi constante sensación de inferioridad frente a la vida de los demás.

Pero hay algo muy engañoso acerca de vivir la vida a partir de los demás y es que cuando te cuentan algo, casi siempre, te cuentan las partes buenas y no las malas. Y tú vives tu vida con los buenos y los malos momentos. Vives con el miedo de hacer enojar a quien sea y amarrado con las mismas cuerdas que tú compraste. Y si lo comparas de esa manera, siempre vas a vivir menos que los demás.

Alguna vez logre salir con varios de los "cuenta historias" y yo esperaba vivir una noche épica, pero para mi decepción no pasó nada interesante y terminé con una cruda de campeón y una desvelada que me duró dos días. Entonces reflexioné sobre eso y me dí cuenta que es precisamente cómo lo cuentan los demás lo que hace tan interesante una historia. Creo que he vivido mi vida mucho tiempo a través de las bocas de los demás.

Hay muchas historias que no se cuentan y no son mejores por no contarse, pero cada quien decide que cuenta de su vida y cuanta sazón le pone. Todos pecamos de ensalsar historias y no está mal, lo que está mal es deprimirse por envidia.

Tal vez deje las redes sociales o tal vez deje de compararme con los demás y respirar. O tal vez siga encerrado con pelos de gato en mis calcetines y tres libros de historias en el pecho.

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