La Teoría de las Sensaciones
Al pasar el tiempo y crecer me doy cuenta como las cosas que me gustaban cuando niño me continúan haciendo sentir un gusto muy grande, aunque no el mismo.
En uno de mis tantos viajes descubrí que cada cosa que percibimos en el ambiente nos genera una sensación, una muy peculiar y muy difícil de reconocer. Me di cuenta que por eso reaccionamos de diferentes maneras a cada persona, a cada comida y a cada olor, y entendí la dimensión de lo que eso significa para mí como adulto: todo lo que viví me creó una personalidad y un carácter, gustos y disgustos. Pero si así lo siento como adulto, ¿cómo habrá sido cuando niño?
A veces perdemos la noción de lo importante que es la infancia para todos, que todos hemos sido niños y que todos le hemos generado un dolor de cabeza a nuestros padres y a nuestros maestros, como infantes o como adolescentes. Y es que es en esa época en la que nuestro cuerpo está expuesto a miles de sensaciones nuevas todos los días que se generan reacciones en el cuerpo que modifican nuestra percepción del mundo y de nuestros gustos. Se nos olvida que los niños son esponjas y que sin importar lo que esté a su alrededor, todo lo captan, y lo convierte en suyo, por más ajeno que sea, y se vuelve una nostalgia, una sensación de cobijo, una sensación de seguridad o una lanza en el pecho.
Se nos olvida también que los ambientes tóxicos generan actitudes tóxicas, actitudes que evolucionan con los años y que crecen tan rápido como bolas de nieve bajando por una montaña que aplastan todo a su paso. El ambiente en que crezcan nuestros hijos es el futuro que querrán repetir, es la sensación de nostalgia o hastío del futuro que tendrán, es lo que generará empatia o indiferencia de su alrededor. Provocando, así, que podamos cambiar el curso del futuro con un abrazo a la vez.
Todos necesitamos amor, de una u otra manera, todos necesitamos ser escuchados y sentir que importamos. El hecho de que nuestros padres no puedan proveernos esa necesidad básica como niños genera una repercusión terrible y es justo que nos enojemos por no haber recibido esa atención, pero entendamos que en el mundo en que nos encontramos parece reservar el tiempo de calidad como un lujo que no todos podemos pagar.
Mi teoría sobre las sensaciones dice que cada objeto o situación con que estamos en contacto durante nuestra vida genera un "calor" o un "frío" en cierta parte de nuestro cuerpo, y esa reacción nos genera gustos y sentimientos que moldean nuestra mente y cambia el curso de nuestra vida. Estas sensaciones son muy intensas cuando niños y disminuyen su fuerza día tras día.
Mi teoría, si se probara correcta, explicaría porque los adultos que tuvieron una niñez con muchas sensaciones frías reaccionan muy difícilmente a afectos y a señales de cordialidad. Explicaría porque cuando los adultos hablan con la gente que admiran sienten un calor en todo el torso anterior. Explicaría también porque me emociono cada fin de semana cuando cocino huevo revuelto y lloro. Lloro pequeñas lagrimas que sazonan mi mañana con todo el amor que traigo dentro y con la nostalgia que se me deshiela después del invierno. Y explicaría porque mis mañanas sonrío cuando me recuerdo en esa mesa con la superficie astillada y con las patas chuecas, tomando leche en mi vaso rojo y comiendo huevo revuelto con olor a casa y con un pecho lleno de calor y de esperanza.
A mi me ha pasado algo parecido
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