El curioso caso del ser y no ser
Pasa, ahora, que al hablar del futuro todos esperamos esa revolución. Ya sea tecnológica, en el amor, en el gobierno, en el trabajo o en el mundo. Esperamos ese único momento que cambie nuestra vida para siempre.
Esperamos el momento en que el gobierno deje de robar o que empieze a interesarnos el nombre de nuestro diputado y que sintamos que de verdad nos representa gracias a todo lo que ha hecho en su carrera política, mereciendo así nuestro voto.
Esperamos el momento en que los teléfonos y las computadoras sean puertas de entrada a una vida que esté basada en sumergirnos al mundo que queremos tener y no en mirar nuestro techo sin colores.
Esperamos el momento en que nuestro esfuerzo y nuestro trabajo sea tan bueno que nos lleve a otro país o a otro continente. Pero un país de esos bonitos como Bélgica o Alemania, incluso Italia o España, no de esos que no podemos encontrar en África o que estén demasiado cerca del país de "uno", porque entre más lejos nos vayamos y menos entendamos el idioma y las costumbres, entonces, más exitosos somos. No me extrañaría que en el futuro esperemos también el momento de ir a la Luna por trabajo solo para que nuestras mamás puedan presumir que tan exitosos somos.
Pero también esperamos el momento en que el amor llegue y nos cambie la vida. Que llegue y que el gobierno se arregle, que la tecnología avance, que los mares se alcen, que ese amor nos lleve a la Luna y de regreso, ya se por trabajo o por placer, pero que nos cambie la manera en la que vemos las cosas, que nos quite lo gruñones, que desaparezca esa berruga que tenemos en el cachete izquierdo o si no puede que por lo menos la ame por lo que es. Exigimos esa revolución de película, esa que te cambia los planes pero no te importa porque eres mejor persona solo por estar con ese amor. De repente ya te gustan los deportes, ya te gustan los higos, ya no eres alérgico a los perros y ya no sientes ese vacío que tienes en el pecho desde la infancia...
Exigimos tanto al amor y él de nosotros que cruzamos esa delgada línea entre el ser y no ser. Cruzamos esa línea que te hace exigirte cambiar por esa persona y si no lo haces eres un patán o un egolatra. Cruzamos la línea dónde te preguntas qué has hecho para llegar aquí y por qué es tan difícil complacer al amor que te exige que seas alguien completamente distinto, porque él esperaba esa revolución también y aunque tú no le exijas tanto a la vida, duele. Y te quema por dentro saber si te hace falta algo y si necesitas saber bailar, saber arreglar un carro, saber planchar o poder volar para merecer ese amor tan insaciablemente tuyo. Y así va pasando el tiempo y cuando te ves al espejo solo recuerdas un esbozo de tu sonrisa porque día con día, pelea con pelea, reflexionas y sin darte cuenta vas dejando de ser, tú.
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